La Sra. Ahí Te Quedas
[Nota para el lector: La Sra. Ahí te Quedas es una historia de ficción que he creado en motivo del Día Internacional de la Mujer 2021. Escribí el texto originalmente en inglés. Esta es mi traducción al español.]
Para mi madre, mis abuelas
y todas las
mujeres reales de mi familia.
La ‘Sra. Ahí te Quedas’
Para mi madre y mis dos abuelas.
Y para todas las mujeres
‘reales’ de mi familia.
¿Alguna vez te has arrepentido de no haber hablado con un extraño en la calle? ¡Yo sí! Quizás porque soy escritora y veo a los extraños con curiosidad más que con miedo. Me arrepiento de haber perdido la oportunidad de hablar con gente que parecía interesante. Así que he creado una norma para mí misma de nunca más dejar de hablar con un extraño si éste me despierta curiosidad. Se me ocurrió después de conocer a Anthony, en Londres. Antes, él era un extraño al que yo ignoraba, pensando que era bueno aplicar un poco de autocontrol a mi personalidad extrovertida. Me habían dicho demasiadas veces que Londres está llena de gente loca. Que este no era mi Hanoi natal, en Vietnam. Y que era mejor que me mantuviera alejada de personas que no conozco. Si Anthony alguna vez había recibido tal consejo de cautela, claramente había elegido ignorarlo.
"¿Qué estás leyendo?" Me preguntó esta mañana cuando hablamos por primera vez.
"Algo que he escrito". Respondí cautelosamente.
Le debió parecer interesante. Ni siquiera me preguntó por qué lo había escrito. Claramente no sentía suficiente curiosidad. Quizás ni siquiera le importaba. Se acercó un poco más y se sentó a mi lado.
“Léemelo, por favor”. Me pidió.
Eso era mucho más que una simple conversación casual. ¡Leerle a un extraño es algo que ni siquiera haría en Hanoi! Pensé.
Anthony y yo habíamos estado disfrutando de la puesta de sol desde ese mismo lugar en Regent's Canal, en el este de Londres, durante semanas. Puesto que ignoré mi llamada interna para hablar con él, le pasé el testigo a mi imaginación. Me preguntaba quién era este hombre de origen africano y por qué estaba allí sentado, solo, con tanta frecuencia como yo. Cuando hace buen tiempo y existe la promesa de una bonita puesta de sol, me apresuro a acercarme a este lugar para realizar uno de mis rituales favoritos: leer la última historia que he escrito. Por alguna razón, estar allí al aire libre, antes de que caiga la noche, me da una claridad que no puedo encontrar, durante el día, en mi casa
Empecé leyéndole el título en voz alta: “La ‘Sra. Ahí te Quedas’“. No pude proseguir, Anthony me interrumpió de inmediato:
"¿Quien es esta señora?”. Preguntó.
Sinceramente, pensé que era una persona un poco impaciente. ¿Cómo puede pedirme que lea una historia e interrumpirme antes de que pueda llegar a la primera frase…?
Le expliqué que la señora en cuestión era mi abuela. Así solía referirse a ella mi abuelo, después de su muerte. Mi abuelo era un gran narrador de historias y sabía mucho mejor que yo cómo generar expectación. Tenía un don. Quizás esta es la razón por la que esperó hasta que yo cumplí 16 años, después de la muerte de mi abuela, para explicarme cómo se dio cuenta de que estaba enamorado de ella. Se habían reunido en la aldea de mis antepasados durante una festividad para honrar a los ancestros del gran clan de su aldea. Mi abuelo nunca me explicó lo que sucedió ese día. Porque para él, lo único que le importaba y quería que yo supiera era que en ese momento se dio cuenta de que no tenía forma de escapar la elegancia de mi abuela.
"¡Ahí te quedas!" Fueron las últimas palabras que mi abuela le lanzó cuando tuvieron una pelea unas semanas antes de casarse. Ella estaba enfadada con él, aparentemente por una disputa sobre el reto que implicaba dejar el pueblo y mudarse a Hanoi para buscar mejores oportunidades, después de su boda. Mi abuela fue fiel a sus palabras. Se alejó de esa conversación en medio de la calle y se negó a ver a mi abuelo durante varios días. Una actitud que requirió mucho coraje para una mujer, a principios de los años 40, en una zona rural de Vietnam. Todo lo que se esperaba de mi abuela en ese momento era que cumpliera con su deber como futura madre y esposa.
Mi abuela resistió la presión de su madre y de todos los que la rodeaban para volver con mi abuelo. Estaba convencida de que era él quien tenía que volver con ella y disculparse. La familia de mi abuelo obviamente pensó lo contrario. Estaban preocupados por su reputación si él se achicaba ante el comportamiento de mi abuela, como así hizo. Sabía que no podía perderla. ¡Le importaba demasiado!
Al tratar de recuperarla, también se ganó el respeto de mi abuela, así como su corazón. Aunque eso le costó perder parte del apoyo de su familia.
Cuando mi abuelo me contó esta historia, me di cuenta de que la frase "Ahí te Quedas" encarnaba todo lo que ella era como mujer; más allá de las expectativas de todos los demás. Y eso incluía sus sueños y el tipo de hombre con el que quería casarse. Cuando falleció, mi abuelo solo quería recordarla como la mujer libre e independiente que él conoció antes de casarse y antes de que se convirtiera en madre y abuela. Quería recordar a la mujer que solo él tuvo la oportunidad de conocer. Después de eso, se convirtió en madre y abuela. Y todo lo que se desprendía de ese espíritu libre yacía en la intimidad de mi abuela y los momentos que solo compartió con mi abuelo, como mujer y como amante.
Cuando mi abuelo la echaba de menos, lo que sucedía muy a menudo, venía a mí y me decía:
“La Sra. ahí te quedas ... espérame en el cielo hasta que esté listo para juntarme contigo. Mientras, me quedaré con nuestra familia. Todavía me necesitan”.
Desde el día en que me contó esa historia, mi abuelo dejó de nombrarla abuela delante de mí. Solo para él y para mí, ella era "La Sra. ahí te quedas”. Un apodo que se negó a compartir con nadie más. Un par de años después del fallecimiento de mi abuela, cuando cumplí los 18 años, vine a Londres a estudiar y tardé mucho en regresé a Vietnam solo de visita. Mi último viaje a Hanoi fue hace apenas unos meses, y esa fue la última vez que tuve la oportunidad de ver a mi abuelo sonriendo y diciéndome:
“La ‘Sra. ahí te quedas’, sigue esperándome. Aquí todavía me necesitan".
Y ella le esperó, hasta que mi abuelo falleció, ayer, el mismo día en que mi novio rompió conmigo. Anthony me interrumpió y me preguntó:
"Entonces, sientes que no has honrado el legado que tu abuelo te ha transmitido de la ‘Sra. ahí te quedas’… Por eso escribiste esta historia. Te estás echando la culpa por no haberle mostrado la mujer que eres a ese novio que salió corriendo el mismo día que perdiste a tu abuelo ”.
Asentí. Anthony acertó en todo. Yo no tenía nada más que añadir.
Rápidamente rompió el silencio otra vez, mientras trataba de explicar que esta no era la razón por la que mi ex se había ido.
Aparentemente, la madre de Anthony compartía con mi abuelo algunos buenos talentos para contar historias. Sin embargo, la memoria de Anthony no era tan buena como la mía. Trató de disculparse planteando el hecho de que él no era escritor. Prosiguió compartiendo la moraleja de una fábula que le contó su madre, cuando Anthony conoció a su esposa. La madre de Anthony había decidido regresar a Lagos, en Nigeria, cuando falleció su marido. Como inmigrante, cuando quedó viuda, prefirió retornar a sus raíces. En consecuencia, cuando Anthony estaba pensando en casarse, su madre no estaba allí para apoyarle, en persona.
Había olvidado la historia completa que su madre le había contado, cuando él pensaba que había cometido un error que le había hecho perder a su futura esposa para siempre. Esto fue lo único que recordaba:
“Si os queréis, el amor nunca se perderá. Pase lo que pase, siempre encontraréis el camino de vuelta a vuestra relación".
Anthony creía que yo había interpretado erróneamente el legado de mi abuelo y que no me había equivocado. El amor no se basa en probarse a uno mismo ante nadie, en jugar o ser persuasivo. El amor significaba encontrar a alguien que pudiera enamorarse de la mujer que yo era.
"El amor verdadero no se pierde nunca". Él concluyó.
"¿Estás solo? ¿Qué pasó con esa mujer que tenía que convertirse en tu esposa? ”. Le pregunté.
“Nos casamos, pero acabo de perder a mi verdadero amor”. Él respondió.
"¿Qué? ¿Por qué? ¡Me acabas de decir que el amor verdadero nunca se pierde!”. Yo añadí.
“Bueno, hay una excepción”, dijo Anthony:
“Cuando haces ojos ciegos a la persona que tienes frente a ti. Y no quieres ver la suerte que tienes de tener el amor verdadero delante tuyo ... entonces el amor verdadero se pierde”.
Hizo una pequeña pausa antes de continuar:
“No quería ver a la mujer real que tenía frente a mí, a pesar de que ella estaba allí para verme. Se desvaneció lentamente, hasta que la perdí”.
Le interrumpí rápidamente:
“Espera un segundo Anthony, tu ritual del atardecer… ¡Vienes aquí a honrar a tu madre! ¿Falleció recientemente y ahora que se ha ido, crees que se lo debes? ”.
Él asintió con la cabeza mientras compartía:
“Me pregunto si mi padre la vio alguna vez como la mujer que ella era realmente. Nosotros, sus hijos, nunca lo hicimos. Para nosotros ella era solo nuestra madre. Así que estoy decidido a venir aquí todos los días, cuando hay una bonita puesta de sol, para honrarla como la mujer que era y que yo nunca conocí ”.