Apunte Final: El Bien Común
[Inicialmente escribí este texto como conclusión final de mi novela, La Mansión al Sur de la Calle de los Arces. Sin embargo, durante el proceso creativo decidí no incluirlo en mi libro. Por alguna razón pensé que ya no era necesario publicarlo como parte de la historia. En él, reflexiono sobre la felicidad y el éxito según diferentes conversaciones que tuve con amigos durante el proceso de redacción del manuscrito.]
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Para el amor y la amistad
¿Entonces quién tiene razón? ¿Dónde reside el elixir de la felicidad en oriente o en occidente? Son algunas de las apasionantes preguntas que he recibido durante los meses en los que estaba ultimando el texto para mi novela sobre Hong Kong.
Vaya responsabilidad dar respuesta a tan grandes cuestiones de nuestra existencia como seres humanos… ¡Yo no me atrevo! Pero quiero compartir algunas de las motivaciones que me llevaron a entender ciertos aspectos de la vida de otra manera. Os animo a todos a compartir vuestro punto de vista en este debate que puede ser afrontado desde muchísimos ángulos.
Quiero aclarar de antemano que en ningún caso pretendo elevar una cultura por encima de la otra. Algo así alimentaría todavía más la polarizada visión del mundo en la que ya vivimos. Soy consciente de que las sociedades asiáticas sen enfrentan también a sus propios retos y que ningún sistema es perfecto. También fui testigo de ello.
Una de las preguntas que me planteo es qué significa para la humanidad cruzar la linea del progreso. ¿Qué hay más allá del alcance de un cierto desarrollo económico y político que garantiza una mejor calidad de vida y la posibilidad de tener mayores expectativas? Con ello quiero llamar la atención a la falta de una conversación más plural, en la que se tienen en cuenta otras formas de hacer las cosas, de afrontar los retos, de filtrar el entorno y de comunicar ideas que van más allá de la occidental.
El progreso es un concepto complejo. Hace referencia a todo aquello que en el momento presente demuestra un salto adelante respecto al pasado. Representa las expectativas de crecimiento para el futuro. Es un vicioso índice de logro que solo permite una dirección: hacia delante. Más, más y más.
El progreso desenfrenado ha contribuido a la deshumanización de nuestras sociedades y a la pérdida de valores tan básicos como la intuición, la conciencia, la franqueza del momento presente y la identidad personal y colectiva. Las expectativas por conseguir determinados símbolos del progreso como garantes de felicidad han alejado al ser humano de los pilares de la humanidad.
Cuántas veces me he quejado y me he preguntado por qué las cosas en la vida tienen que ser tan difíciles… por qué he cometido este error… por qué tomé esta decisión… Por descontado, ha habido muchos momentos de frustración semejantes viviendo en Asia. La presión de obtener visados, los inconvenientes que conlleva vivir en un país autoritario como China, las complicaciones impuestas al vivir lejos de la familia…el desconocimiento de la lengua… el enorme reto que puede ser a veces el trabajar en el extranjero y las dinámicas que eso conlleva… la lista es muy larga… por qué, por qué, por qué… Podría pasar el día preguntándome y frustrándome con la misma pregunta.
Con la madurez y la experiencia vital que adquirí en Asia, especialmente cuando trabajaba como periodista, mi mayor revelación fue darme cuenta de que la vida para una persona como yo, que ha tenido acceso a educación, sanidad pública, libertades y oportunidades la vida no es difícil, sino compleja. ¡La generación de mis abuelos en España sí que tuvo una vida difícil! De hecho la complejidad es la esencia de la vida porque es incontrolable, incierta y porque está compuesta de muchos factores gobernados por otros impredecibles seres humanos, como yo.
Parte de esta revelación personal implica que ahora yo intente en la medida de lo posible no usar la palabra difícil, porque pienso que es irrespetuoso hacia muchas de las personas que he conocido en Asia para quienes la vida es realmente difícil, además de compleja: no disponen de un estado del bienestar garantizado por sus gobiernos, vivienda “digna” como la entendemos en el primer mundo, dificultades para asumir económicamente el acceso a educación o sanidad, ayuda social… la lista de privilegios que damos por sentado en el primer mundo es larga… muy larga…
Me pregunto si este bienestar pre establecido que presumimos como base de la felicidad y la libertad del primer mundo, nos empuja a poner demasiadas expectativas en lo externo. En ese reconfortante sentimiento que florece cuando vamos creciendo linealmente, consiguiendo metas y metas, saboreando el éxito y recibiendo reconocimiento externo constante por ser eso, ¡exitosos! Tener carreras de éxito, sueldos de éxito, familias, pisos en propiedad, coche, ropa, viajes… todos deberíamos tenerlo porque ponemos nuestras expectativas en el sistema. Porque éste nos presenta las bases para cumplir metas, ser felices y, claro, tener éxito. Pero y ¿qué pasa si queremos una vida diferente? ¿Si queremos ser emprendedores? ¿Trabajar en campos creativos? ¿O abandonar la ciudad para vivir y trabajar en el campo? ¿Qué pasa si queremos ser nosotros mismos? Lo que sea, pero nosotros mismos.
¿Vamos a tener menos probabilidades de éxito por salirnos del recorrido y no querer lo establecido?
Posiblemente ustedes se han cruzado más de una vez con artículos sobre cómo conseguir el éxito. Suelen ir encabezados con títulos como: los 10 hábitos de las personas de éxito, cómo toman decisiones las personas de éxito, los secretos de la productividad de las personas de éxito… para poner algunos ejemplos.
En más de una ocasión todos estos artículos copian opciones semejantes: a qué hora y cuántos cafés deberíamos tomar al día, una ducha fría, madrugar, tomar pocas decisiones al día, tener un armario minimalista para no fatigar al cerebro tomando decisiones sobre qué ropa llevar, tipo de comida, tipo de amistades, gimnasio…
Curiosamente muchos acompañan las listas de recomendaciones bíblicas con ejemplos como Steve Jobs y Mark Zuckeberg a quienes, al parecer, se les pueden atribuir las claves del éxito, gracias a que son grandes ejecutores, porque siempre llevan la misma simple vestimenta y así no malgastan la energía de su cerebro con cosas mundanas y tienen más capacidad de enfoque y fortaleza mental, entre otras virtudes. Así pueden concentrar su genio a cosas más importantes que puedan contribuir a agrandar ese éxito que ya les ha sido otorgado. No lo critico. Sí, el orden y las rutinas son de gran ayuda para el vigor que requiere perseguir un sueño. Pero ¿qué hay de la diversidad?
Lo interesante de estas recetas para el éxito que menciono más arriba o las expectativas del éxito basadas en comparaciones es que no dejan mucho margen a la poderosa fuerza del fluir, otro interesante punto de vista sobre cómo manejar esa energía que nos permite luchar por lo que queremos y lo que somos.
En China, el número ‘6 六’ (liù) es considerado el número de la buena suerte porque su pronunciación es muy similar a la palabra ‘fluir 流’ (liú). Y es que el fluir es un concepto crucial en la cultura tradicional China. Ésta tiene sus fundamentos en los principios del Daoismo. La existencia se entiende como un proceso circular que se retroalimenta a partir de las decisiones que tomamos en la vida. Bajo este fundamento, el progreso lineal no es posible porque no hay lugar para metas. El fluir llama a la capacidad de ser espontáneo y confiar en la intuición bajo un proceso de aprendizaje de la vida y de conexión con la esencia de nuestro único ser. Si lo cultivamos a menudo seremos capaces de vivir en equilibrio, afrontando a diario, sin expectativas concretas, la impredecible carrera de obstáculos de la vida.
Esta es una manera muy humana de apreciar la vida. Centrada en la razón, el conocimiento, las emociones y la intuición. La cultura occidental tiene otras bases pero también tradicionalmente algunos de nuestros antiguos filósofos nos animaban a buscar la paz interior para poder vivir. Y en los años 60 y 70 Europa y Occidente apelaban a la libertad y al respeto a la identidad Individual de cada persona como la clave de la felicidad… Hay muy buenas canciones de Rock y Pop de esa época que llaman precisamente al fluir de la vida y a la diversidad!
Ha estado ahí durante siglos en diversas culturas. Ese deseo por ser nosotros mismos, confiar en nosotros mismos y abrazar quienes somos para ser felices más allá de lo que el entorno nos podía abastecer. Pero también la deferencia hacia el otro y como el pertenecer a una comunidad que valora al otro nos hace más felices. Porque el respeto, el amor y la amistad son esencialmente intuitivos (humanos) y la clave de nuestra conexión con el entorno.