Recuerdos de Juan: ColaCao con burbujitas, paella y los misterios de la vida
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Para Juan
Los recuerdos de la infancia son un misterio. Existen muchas teorías sobre cómo la mente adulta los almacena y los gestiona. No entraré en detalles técnicos ni científicos. Lo mío son las letras y las artes. Mis recuerdos me sirven de inspiración, pero sobre todo de guía. Tuve la suerte de mantener una relación muy cercana con mi abuelos. Pasaba mucho tiempo en su agradable apartamento. En la misma habitación donde Juan solía quedarse cuando visitaba Barcelona. Durante sus viajes, yo se la prestaba. No recuerdo dónde dormía yo cuando eso pasaba. Otro misterio de las memorias infantiles. Era muy pequeña.
Mis abuelos adoraban a Juan. Ellos eran gente generosa y cariñosa, aunque tampoco regalaban su bondad fácilmente. Abrían su corazón solo a aquellas personas con valores y ambiciones, que apostaban por la bondad, el cariño y el respeto hacia el otro.
Yo era demasiado pequeña para entender o incluso recordar qué tipo de persona era Juan. Sin embargo, la huella que él dejó en mi familia fue tan profunda que sé claramente que él era el tipo de persona que mis abuelos querían de todo corazón.
Mi abuela tenía muchos dones y secretos culinarios. Se las apañaba con todo. Desde recetas complejas, hasta cosas tan básicas como el ColaCao. Ese cacao en polvo que fue la merienda por excelencia de mi generación y la de mis padres. No todo el mundo sabía preparar el ColaCao como Dios manda. La clave estaba en hacer la mezcla con la leche de tal forma que el ColaCao tiñera la leche de color marrón claro, pero no se disolviera del todo, dejando así una deliciosa capa de burbujitas de ColaCao y leche que explotaban en la boca cuando uno se las comía en golosas cucharadas.
Mi abuela había desarrollado la técnica, pero sobre todo le aportaba grandes dosis de corazón y cariño al prepararlo. Por eso, su Cola Cao con burbujitas era el mejor del mundo. Juan lo sabía. Y cuando se aposentaba en casa de mi abuelos, le pedía a mi abuela que le preparara ColaCao “con muchas burbujitas”, literalmente. Ambos nos sentábamos y lo disfrutábamos como niños.
Seguramente también presencié más de una vez su pasión por la paella de mi abuela. La memoria infantil me decepciona en este frente y no lo recuerdo claramente. Al parecer, se volvía loco con ese arroz que mi abuela cocinaba. Esa receta también tenía un truco que sólo mi abuela dominaba. En la base de la cazuela en la que se cocinaba la paella, tenía que quedar una fina y sabrosa capa de arroz crujiente. El mejor placer era comerlo a cucharadas directamente de la cazuela, cuando el resto de la familia ya se había servido su plato. Recuerdo que así lo hacía yo. Quizá Juan y yo competimos alguna vez para echar mano de ese crujiente arroz antes de que mi abuela retirara la cazuela de la mesa. No puedo recordarlo… pero intuyo que ese sería un escenario factible, porque mi familia más de una vez ha mencionado cuánto le gustaba a Juan comerse esa capa de arroz crujiente … y yo no dejaba que me lo quitaran de las manos tan fácilmente! Estaba demasiado bueno! Eso sí que lo recuerdo claramente.
Mi abuelo era un gran pensador. No guardo ningún recuerdo de la relación que él tenía con Juan, porque los temas de conversación que ellos compartían eran demasiado sofisticados para mi edad. Mi madre me contaba a menudo que mi abuelo y Juan podían pasar horas hablando sobre América Latina y Guatemala.
Conversaciones que ahora, de mayor, me hubiese gustado compartir con Juan, y con mi abuelo, por supuesto.
Desde pequeña, para mí, Juan fue esa persona que vivía muy, muy lejos de Barcelona, en Guatemala, un país con el que él estaba plenamente comprometido. Pero también alguien que fue capaz de mantener un estrecho vínculo con mis abuelos, a los que no veía a menudo, pero a los que quería. Y eso dejó rastro en mi conciencia.
Yo dejé mi Barcelona natal para trasladarme a vivir a Asia a los 21 años de edad. Ahora vivo en Londres. En total, llevo 15 años lejos de la ciudad que me vio crecer. Curiosidades de la mente infantil y también resultado del impacto que tiene en nosotros la gente que pasa por nuestras vidas, a menudo la imagen de Juan me viene a la mente con ese borroso recuerdo del ColaCao sentados en la mesa del comedor, al lado de mi sonriente abuela.
Posiblemente mi memoria infantil recuerda la misma bondad y humildad de Juan que mis abuelos tanto respetaban.
Vivir en el extranjero es un experimento curioso y genera muchas cuestiones internas sobre la relación que cada uno de nosotros tenemos con nuestras raíces, el entorno que nos vio nacer y los vínculos que vamos forjando con otros seres humanos a lo largo y ancho de este mundo. Mi familia a menudo se ha referido a Juan como un hombre ilustre y comprometido con Guatemala. Y a menudo me he preguntado si él también había sufrido ese complejo sentimiento del corazón dividido. Me hubiese gustado haber tenido la oportunidad de tener una de esas profundas conversaciones como las que él mantenía con mi abuelo, elucubrando sobre el tema del cariño y la distancia. La acompañaríamos, por supuesto, de un ColaCao con burbujitas. ¡Queda pendiente!
Descansa en paz.